El "Rompe Olas" de Najayo


Esta semana caminamos sobre la arena gris y las pequeñas piedras que decoran una de las playas de la costa caribeña de República Dominicana. Vamos a la ciudad de San Cristóbal y, después de cruzar el centro del pueblo y adentrarnos en un camino de pequeñas y pronunciadas curvas, llegamos a la playa de Najayo Abajo.





Chairlongs de madera protegidos con pintura de aceite en colores que contrastan con el paisaje y llaman la atención. Cocoteros, almendras, lugareños que atienden pequeños negocios o que simplemente se divierten.

La zona más popular es el “rompe olas”, que descrito de forma simple es un cerco que se ha hecho al agua para disfrutar de la playa en una especie de piscina natural de agua salada. Por la seguridad que representa, es el lugar donde la mayoría prefiere bañarse, y también el punto donde termina la tranquilidad, porque la competencia con el volumen de la música en los negocios de comida y bebida que hay allí, provoca que por momentos no puedas escuchar ni tus pensamientos. Pero el “rompe olas” tiene su historia.



El período comprendido entre 1930 – 1961 fue la época de oro de la provincia de San Cristóbal, si pudiéramos llamarlo de esa forma. Sucede que la ciudad fue cuna del dictador Rafael Leónidas Trujillo M. y durante su mandato construyó en ella, desde edificaciones para su disfrute hasta infraestructura pública que todavía hoy, más de 50 años después, es útil.  Entre esas construcciones para el disfrute personal se encuentra el “rompe olas” de la playa de Najayo ¿Quién diría que en algún momento estaría a disposición del ciudadano común?

Allí solo llegaba el tirano y sus invitados especiales. Los ancianos del lugar cuentan historias de quienes iban (y en calidad de qué) como si se tratara de una película de suspenso, como si todavía estuviera prohibido hablar de las hazañas del Jefe y bajan el tono de voz mientras hacen los relatos como cuidándose de los "Calié" que ya no existen. 

Caminar por la playa de Najayo es, a veces, darte cuenta de que también es un fantasma. La arrabalización y la falta de educación y conciencia de los lugareños le han robado la vida al lugar, condenándole a un futuro del que ninguna persona sensata quiere ser partícipe o testigo. Pero ir en las mañanas nos da esperanza. El viento, los jóvenes haciendo deporte, ancianos haciendo ejercicio... los que están ahí antes del ruido nos recuerdan la verdadera esencia del lugar y le dan sentido al paseo.




Ojalá que en algún momento la gente se de cuenta de que el sonido de las olas del mar no necesita más música y de que cuando hacemos la vida respetando y cuidando el estado natural de las cosas, la naturaleza nos recompensa en la misma medida.

Trujillo, quien fue un tirano, entendió esto y construyó su piscina natural respetando los principios básicos del medio, por eso todavía hoy podemos disfrutar de su capricho. Se supone que somos mejor de lo que él fue, la playa de Najayo y todo su entorno también quiere creer que de verdad somos mejores. 

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¡Hasta la próxima! 

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